París, 27 dic (Prensa Latina) El trágico incendio en la catedral de Notre-Dame, foros de interés mundial y protestas sociales que paralizaron en buena medida el país, fueron acontecimientos que marcaron a Francia en 2019, aunque no los únicos.
Resulta difícil resumir el año que culmina en una nación con protagonismo político y económico, y poseedora de una cultura deslumbrante, pero pocos hechos dejaron una huella mayor que ver el 15 de abril ocho siglos de historia amenazados por las llamas.
El fuego de origen accidental destruyó parte de la carpintería, el techo y la aguja de la majestuosa instalación ubicada a orillas del río Sena, declarada en 1991 por la Unesco Patrimonio de la Humanidad.
Visitada cada año por siete millones de personas y testigo en 1804 de la coronación de Napoleón, Notre-Dame estuvo a partir de ese momento rodeada de mucha polémica, tanto por los desafíos de la reconstrucción como el peligro de contaminación por las entre 300 y 400 toneladas de plomo liberadas a la atmósfera en minúsculas partículas tras el incendio.
A finales de julio, el Parlamento aprobó una ley para despejar el camino de la reconstrucción de la catedral de estilo Gótico en cinco años, un plazo calificado de irreal desde algunos sectores, iniciativa dirigida a garantizar «una restauración a la altura del puesto que ocupa en el corazón de los franceses y del mundo entero», según el ministro de Cultura, Franck Riester.
Sin embargo, un poderoso e invisible enemigo lo complicó todo, una sustancia que la Organización Mundial de la Salud incluye en su lista de los 10 elementos químicos causantes de graves enfermedades.
Niños detectados con niveles de plomo en sangre superiores al umbral aceptable, acusaciones de falta de transparencia de las autoridades y llamados a declarar una crisis, crearon el tenso escenario, atenuado en buena medida con el uso de sofisticadas técnicas de limpieza, en particular un gel desincrustante y el enjuague a alta presión.
Lo cierto es que en los meses finales del año, la polémica en torno a la catedral de Notre-Dame fue desapareciendo de los medios, una señal de que tal vez comenzó a avanzar el proceso de reconstrucción, aunque muchos continúan considerando quimérico que para los Juegos Olímpicos de París 2024 el templo se muestre en todo su esplendor.
La catedral volvió a los cintillos a finales de año, con la noticia de que por primera vez en 216 años no acogería una misa navideña.
FIESTA DE L´HUMANITÉ Y CUMBRE DEL G-7
Francia fue sede en 2019 de importantes eventos políticos, económicos, científicos, culturales y deportivos, algunos muy seguidos y otros marginados e ignorados.
Uno de esos foros con escasos titulares, pese a su mensaje de paz y solidaridad, fue la edición 84 de la Fiesta de L’Humanité, que sesionó a mediados de septiembre en el Parque Georges Valbon de la Región Parisina.
De acuerdo con el director del diario L’Humanité, Patrick Le Hyaric, la fiesta propuso un camino alternativo en un mundo golpeado por la descivilización y la deshumanización, traducidas en guerras, destrucción ambiental, desigualdades, odio y posturas nacionalistas radicales.
La respuesta al cambio climático, el cese de las agresiones contra la ocupada Palestina, el levantamiento del bloqueo a Cuba, la libertad de Luiz Inácio Lula da Silva y la condena a la injerencia de Estados Unidos en diversas partes del planeta estuvieron entre los temas abordados en varios de los 450 stands.
Durante tres días, el debate político y la defensa de las causas justas recibieron el acompañamiento de las más diversas muestras culturales, desde conciertos de populares artistas hasta exposiciones y ventas de libros.
Todo lo contrario en cuanto a publicidad y despliegue mediático ocurrió a finales de agosto en Biarritz, una ciudad balneario del sudeste francés convertida en bunker para recibir la 45 cumbre del G-7, devenida en un mano a mano entre el presidente anfitrión, Emmanuel Macron, y su par estadounidense, Donald Trump.
Macron hizo todo lo que pudo para evitar que el impredecible jefe de la Casa Blanca estropeara la reunión, tal y como había ocurrido un año antes en Canadá, y lo consiguió.
La crisis en torno a Irán y su programa nuclear, la guerra comercial Washington-Beijing, las relaciones de occidente con Rusia, la reforma a la OMC y el Brexit atrajeron la atención de los líderes de las principales economías del planeta, en un diálogo calificado de estéril.
Prueba de la poca trascendencia fue la declaración final del foro de tres días, en la que no quedaron registrados los ambiciosos asuntos propuestos por París, desde el combate a las desigualdades para construir un capitalismo «con justicia social» hasta el cambio climático.
Incluso Macron confesó que el texto de una cuartilla fue redactado de su puño y letra sobre la marcha, antes de circularlo a los mandatarios, con cero riesgo de un rechazo dada su inocuidad.
PROTESTAS SOCIALES
El 2019 culminó en Francia como empezó, en un escenario de tensiones sociales marcado por protestas y críticas al gobierno.
En los primeros meses del año, el movimiento de los Chalecos Amarillos continuaba con fuerza en las calles del país, aunque ya Macron había renunciado al alza del impuesto de los combustibles que llevaron a su creación en noviembre de 2018.
Un debate nacional promovido por el ejecutivo y episodios de violencia caracterizaron esa etapa, la cual dio paso al declive del peculiar movimiento, cuyo poder de convocatoria pasó en unos meses de cientos de miles a pocos miles de manifestantes.
Sin embargo, sábado tras sábado los chalecos amarillos salieron a protestar en París y otras ciudades, pero sus intentos de revitalización quedaron en eso, incluso al cumplirse el primer aniversario, cuando lograron reunir a la mayor cantidad de seguidores del segundo semestre.
Según el gobierno, sus medidas de corte social explican la pérdida de protagonismo del movimiento, aunque no pocos la atribuyen a la falta de una plataforma política, la diversidad de intereses dentro de su seno y el desgaste causado por el tiempo.
En diciembre, las protestas regresaron a Francia, y con una fuerza inédita en los últimos años, en rechazo al objetivo gubernamental de establecer una reforma de la jubilación, consistente en un sistema universal por puntos, que sustituiría los 42 regímenes de pensiones actuales, y la edad de equilibrio de 64 años, necesaria para cobrar todos los beneficios y evitar descuentos, sin cambiar la oficial de retiro (62).
Aunque el primer ministro Edouard Philippe presentó la iniciativa el 11 de diciembre, ya todo el país conocía su contenido -adelantado por el ejecutivo- lo que llevó a organizaciones sindicales encabezadas por la influyente Confederación General del Trabajo (CGT) a convocar una huelga general el 5 de diciembre.
El reclamo de eliminación del proyecto se hizo sentir con fuerza en las calles del país el propio 5, el 10 y el 17 de diciembre, cuando cientos de miles de franceses marcharon, incluso los promotores aseguraron que el 17 la cifra llegó a un millón 800 mil.
La reformista y cercana al oficialismo Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT) se sumó a las protestas, pero solo con la demanda de retiro de la edad de equilibrio.
Philippe y los sindicatos dialogaron el 18 y 19 de diciembre sin resultados, por lo que continuó el paro con su severo impacto en el transporte público, al circular pocos trenes internacionales, regionales y entre urbes, además de funcionar con normalidad solo dos de las 16 líneas del metro, ambas automatizadas, en París.
La falta de acuerdos propició la convocatoria de los sindicatos opuestos de manera radical a la reforma a una cuarta movilización nacional, el 9 de enero, mientras el ejecutivo anunció nuevas rondas de pláticas para principios del 2020.
En Estados Unidos:
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